Corría mi tercer día en Fortaleza y era momento de armar nuevamente la mochila y salir a la ruta. El destino: una playa llamada Jericoacoara, al norte de la ciudad. Tenía pocas referencias del lugar, pero las suficientes para imaginarme un pequeño paraíso.

Quería combinar una gran ciudad de Sudamérica y unas playas poco conocidas, rozando lo exóticas.  Esta idea partió de una realidad y es que, salvo algunas claras excepciones, para llegar a los grandes destinos de la región es necesario primero entrar al país por alguna de sus puertas de ingreso, grandes ciudades. Como escribí en algunos post anteriores, Fortaleza es una de las puertas de entrada a la región nordeste de Brasil y la más cercana a Jericoacoara. Desde Buenos Aires, tomé un vuelo a Fortaleza con escala en Río de Janeiro, estimando un tiempo total de vuelo de  6 horas y media.

Por: Leticia Estevez

Jericoacoara no es un nombre simple de pronunciar. La primera vez que leí sobre este destino me encontraba trabajando en una agencia de viajes. Un día llego a la oficina una revista en la cual este destino aparecía en la tapa. El título era contundente: “Las 10 playas más lindas del mundo.”  Desde entonces, hace casi diez años, que Jeri (como le dicen todos) daba vueltas en mi cabeza.

Está ubicada a unos 300 kilómetros de Fortaleza y el traslado hasta allá implica cambiar de tipo de vehículo y recorrer caminos de blancas dunas. Lo que rodea a este idílico pueblo de pescadores fue declarado Área Protegida en el año 1984. Esto incide no sólo en el paisaje del lugar sino también en las características de sus construcciones y sus calles

Para llegar a Jericoacoara opté por el servicio de Van que es más rápido y confortable. Salimos un poco demorados, alrededor de las 9.00 horas de la mañana y llegamos a Jijoca cerca de las 14 horas, con una parada técnica mediante (también hay servicios de autobús que realizan el mismo recorrido pero se demoran un poco más). En Jijoca cambiamos de vehículo y pasamos a una camioneta (ver foto) que nos llevo dentro del parque y recorrió unos 27 kilómetros de médanos hasta llegar a Jeri.

A medida que avanzamos dentro del área protegida, nos invade un paisaje cada vez más solitario. Las vistas exóticas del camino anteceden lo que será una experiencia rústica, en playas pocas veces vistas. Los médanos blancos contrastan con un cielo limpio, espejos de agua de lluvia y un sol que no da tregua. El calor se hace sentir y fuerte.

Trip Data:

  • El servicio de traslado de van se contrata a través de agencias de viajes. 
  • Recomiendo viajar con ropa fresca (se hace un poco largo y el trayecto por los médanos es en plena tarde), usar protector solar y anteojos de sol.

@LeticiaEstevez